El modelo de Librería Ideal
que pensamos en LibrArte es aquella que tiene vida política propia. Vida
activa, despierta, en constante cambio, libre, justa, sensible y prudente,
administrada por la inteligencia imaginativa, que haga de la valentía
ciudadana, su virtud cardinal. Todo lo contrario a aquellos agentes con vida
dormida y pasiva, que “les pasan inadvertidas las cosas que hacen despiertas,
del mismo modo que no advierten cuantas cosas hacen mientras duermen”
(Heráclito)
Vida
política significa el carácter real, que da el gobierno propio. La autarquía:
el poder de ser principio de uno mismo: deliberaciones, decisiones,
actuaciones, en general, acciones ante causas externas.
Librería
que enfrente y resuelva los asuntos de economía y de tecnología, para anticipar
el porvenir del medio (y el soporte del medio) –la causa primera o material, el
Libro-; en que se habrá de llevar a cabo el objeto de ella –la causa formal, la
Lectura-; pero antes que todo, intervenga en el debate de la causa final del
proceso: la lectura y la formación de lectores, el acceso al conocimiento, la
palabra escrita, la comunidad política, la felicidad del Estado.
Prudencia
y valentía para no dejarse arrostrar por aquellos que en el mundo globalizado
del “neoliberalismo”, marcan la agenda a la hora de hablar del futuro de la
tecnología, porque entonces se invierten las partes y la robótica, la cibernética y la informática
adquieren patente de corso sobre un
tema que es ante todo político, porque trata sobre la naturaleza mayor de la
humanidad, que es la palabra.
Se
soslaya que la forma en que se organizan las comunidades, es la que decide las
políticas públicas que atañen a la educación y a la cultura, y en seguida a las
estructuras de producción, el tipo y propósito de los algoritmos de lo que sea,
y el comercio de sus productos. Que es el Estado el que determina la literatura y
por ello de las librerías.
En la realeza florecerían
librerías regias, en el Estado aristocrático nobles. Así sucede respectivamente
para las librerías en las comunidades donde ordenan los principios de la
plutocracia (acumulación de riqueza), democráticas (librerías para las mayorías
pobres); y, si es posible hablar de librerías en las tiranías, serán aquellas
que privilegien el fanatismo y el temor a la muerte.
En la república, en México,
la Librería Ideal será republicana: “Ya que se dice y se sabe que las
Librerías, más que vender libros, somos Centros Culturales: recintos para el
encuentro entre autores y lectores, oráculos donde encontrar resoluciones a las
dudas de cada uno y de todos, ventanas para asomarse a lo desconocido, puertas
para abrir, espacios infantiles, diálogos con la historia, arcanos de poder, valladares
contra el oscurantismo, barreras infranqueables, la última línea contra el
despotismo de los gobernantes” (LibrArte 2016)
En el umbral de la Cuarta
Transformación de México, definir a la Librería Ideal como “aquella que combate
con el gusto por la lectura, los vicios del alcohol, las drogas y la
violencia”, es comprender con prudencia e inteligencia, la naturaleza y el
papel que ocupan las librerías. Quizás en los 80’s, habría que hablar de
librerías que defenderían a la lectura como
un perro; y en los 70’s, librerías que llevarían la lectura “arriba y
adelante”, pasando por el tiempo en que
a las librerías “ni las ven ni las oyen”, hasta arribar al estado de
grima nacional, cuando las librerías no puedan recomendar ni tres libros que han marcado su vida.
La Librería Ideal debe ser
una empresa en revolución, en resistencia, donde brille el oficio del librero.
Que anteponga la Autoridad del fomento a la lectura, sobre el principio
comercial de la máxima ganancia. Librerías que escuchen y
aprendan: entonces los espacios interiores, la razón social o comercial, los
pasillos amplios, la atención a los clientes con discapacidades físicas, los
colores, la altura de los establecimientos, la exhibición de los libros y otros
objetos relacionados con la lectura, la rotación de inventarios, la
organización, administración, siendo capitales, no son principales.
Mejor parafraseo a Don Luis
Mejía, para describir físicamente que la Librería Ideal no se reduzca a un simple
expendio de libros al por mayor, para “convertirse en una grata y fecunda
síntesis de biblioteca, tertuliadero y galería de arte”. Librerías donde
adquirir un libro no sea, “simplemente, un helado intercambio de monedas por
letras de molde. Sino, muy por el contrario, un lugar donde la inteligencia, en
sus variados frentes, sea algo vivo... Algo, en fin, que dignifique a la ciudad
y al individuo...”
Sin olvidar, por un instante
que "en el tiempo actual, y así lo señalan los datos, la librería es más
de libreras que de libreros. Tiene, por lo tanto, rostro de mujer” (Marcial
Pons)
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