FALLECIÓ EL
CREADOR DE LAS LIBRERÍAS GANDHI, MAURICIO ACHAR
Su concepto integral revolucionó la librería tradicional. Tenía que estar
cerca de la zona universitaria. Se le ocurrió con su mujer. Tenía 68 años
PROCESO 10 noviembre 2004
Treinta y tres años después habría 15 sucursales Hoy su concepto de café, discos, espectáculos y
libros se ha abierto paso en diferentes locales de México
Cuando cumplió 30 años de la fundación, Achar contó a Proceso la historia
(realizada por los reporteros José Alberto Castro y Armando Ponce), que se
publicó el 18 de febrero de 2001, bajo el encabezado “Mauricio Achar y su
sueño, 30 años después; librerías
Gandhi, un concepto que sí funcionó,” se reproduce a continuación:
Hace tres décadas, Mauricio Achar –autodefinido como “un soñador”– emprendió la aventura de fundar la librería Gandhi, en un local de la avenida Miguel Ángel de Quevedo de apenas 120 metros cuadrados, para probar un “vanguardista” concepto que desde sus primeros años fue exitoso
Aún sacudido por una intervención quirúrgica en el corazón, en noviembre
pasado decidió otorgarles a sus hijos la conducción del negocio y él sólo
ocuparse de las compras especiales, actividad que despliega desde su estrecho
despacho en la Gandhi
tradicional, inocupadas, intactas sus oficinas en la nueva librería de enfrente
Dice entonces a Proceso:
“Siempre pensé en un concepto diferente, no era nada más la librería,
también se me ocurrió incorporar una galería, la cafetería, los discos, el
foro, la venta de las películas, era todo un concepto que en ese momento fue
muy vanguardista Además, puse
los libros en mesas; en esa época no era posible, los clientes iban a
Porrúa y pedían el libro
en el mostrador, imposible hojearlo y examinar su contenido”
Lleno de cordialidad –cabellos grises, alto y adelgazado por el trance en
los hospitales–, aventura: “Bueno, el tiempo me dio la razón”
La modestia de su proyecto original fue modificada por la realidad –“quería
una librería que me diera para vivir y trabajar en lo que a mí me gusta, sin
importar que fuera pequeña”– y se fue por otro lado, pues hoy se propone
extender el concepto Gandhi a las ciudades de Monterrey, Querétaro, León y
también a Ciudad Satélite, en el Estado de México (cuenta ya con locales,
además del de Miguel Ángel de Quevedo, los de avenida Las Palmas, el Palacio de
Bellas Artes, “El Parnaso” de Coyoacán)
Por lo pronto, en Guadalajara y en Jalapa desde hace tiempo ya hay
sucursales de Gandhi. De su expansión en la República advierte: “Son proyectos
para cinco años; si funcionan, vamos a ir a Centroamérica y Sudamérica”
Sin embargo, en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara
trascendió que el Grupo Santillana y lo mismo el empresario Carlos Slim estaban
interesados en adquirir el control de las librerías Gandhi. Del embate
globalizador, Achar despeja:
“No fue así Era una manera de asociarnos y de extenderse de una manera
mucho más rápida Decidí que no, que ya no me interesaba; en esto tienen que ver
mis hijos y ellos decidieron que lo mejor era ir despacio”
El siglo de los libros
Nacido en la colonia Roma,
de padres y ancestros provenientes de la ciudad de Alepo, en Siria, suspira con
nostalgia por ese lugar remoto del planeta al que nunca ha podido visitar:
“Tal vez lo intente el próximo año, es muy difícil llegar ahí”
Por lo pronto, se pregunta por qué los libreros cierran o venden sus
librerías, y entonces asevera que muchas “han cerrado porque no se avivan, no sé qué les pasa, a
lo mejor es flojera o un desdén inexplicable”, y esgrime: “Sí se pueden hacer cosas, y es absurdo
pensar que todo está hecho En nuestro país todo está por hacerse”
Además, recuerda que el consorcio alemán Berstesmann
acaba de comprar la poderosa empresa Random House en una cantidad
exorbitante, y que en entrevista uno de sus representantes dijo que el presente siglo será de los
libros: “Viene un
rebote: la gente que consulta Internet va a regresar a las librerías
Aunque estemos en plena revolución informática, hay mucha gente que los fines
de semana va a las librerías de paseo, a ver qué encuentra, igual se compra un
libro, un disco, un video, o no compra nada”
Entusiasmado, narra al semanario: “Hace 30 años, con mi compañera, abrimos Gandhi Entonces trabajaba de gerente en una fábrica de pinturas decorativas, era incluso accionista, tenía buen salario, no me iba mal. Pero no estaba lleno. Mi compañera me inquietó. Y decidimos hacer algo que nos gustara Si fracasábamos con la librería, dijimos, al menos nos quedaremos con una gran biblioteca. No tenía mucho dinero, así que la librería era un negocio más o menos calculado
“Abrimos en Miguel Ángel de Quevedo; la librería era un tercio de lo que es ahora. Los otros dos locales eran una tintorería y un gimnasio de karate Teníamos galería y café, y fuimos los primeros en poner una mesa de libros con las novedades Estoy orgulloso de ello. “Al café, al principio, no entraba nadie. Fue como al año que empezó la gente a ir al café. Tomar café y leer me parecía maravilloso, pero la gente no lo relacionaba. Venir por la mañana, tomar café mientras lees o pintas o escribes, de eso se trataba. Yo no quería una librería… Treinta años después se vio que ese concepto sí funcionaba
“El primer año fue muy duro, se perdió dinero Y pagué las
novatadas. Eso no se puede evitar. Había una feria de libros en Chapultepec y alguien me
convenció de que era un gran negocio. Compré no sé cuántos estands. Además me
engañaron. Perdimos la tercera parte del capital. Pero yo sólo quería que la
librería me diera para vivir, no para enriquecerme, y hacer algo que me gustase.
De ahí el nombre de Gandhi. En ese momento yo leía su biografía. Era el símbolo
de la no-violencia. Él y Bertrand Russell, pero más Gandhi. Ponerle ‘El
Quijote’ se me hacía muy dulce”
“Iba a ponerla en avenida Universidad. Pensaba en la cercanía con la
Universidad, y es que este pueblo no lee. Hasta
1980 unimos los tres locales. Me gusta más esta librería que la de enfrente, es
una librería con más sabor”
En efecto, frente a la antigua Gandhi erigió una especie de librería
hermana más moderna, amplia y de arquitectura contemporánea. Detalla lo que
define como la pátina que le da un sello particular a su librería: “He puesto mesas de libros afuera
de la Gandhi para que la gente le pierda el miedo a las librerías. Éstas dan
miedo, están como sacralizadas. En la calle muchas personas se acercan a los
libros, compran uno de 10 pesos y se van, pero yo sé que a lo mejor a la
siguiente vuelta entran a la librería”
Explica: “Deben perder el miedo a hacer el ridículo al no saber qué pedir. Esa idea la inventamos hace 10 años; su objetivo inicial era impedir la invasión de los ambulantes, era un intento por anticiparse a esa lacra. También creamos El Rebusque, una mesa de oportunidades, había cosas buenas y baratas, ahí estaban los libros de José Saramago cuando todavía no era Nobel de Literatura”
De los casi nulos índices de la lectura en México, de la rala cultura
libresca, asienta: “Nuestros países son pobres y no podemos compararnos con los
ricos, aquí hay 400 librerías;
en Estados Unidos hay una cadena que tiene 800 (Barners & Noble) No
sirve compararnos, no hay medios, es otra cosa, además que nuestra moneda es
muy mala, está muy devaluada Aquí se invierte el salario de dos días para
comprar un libro Eso influye muchísimo, no hay lana para libros Lo paradójico
es que al ser un pueblo con graves deficiencias educativas, los libros pueden
ser nuestra salvación Por ahí es; si te dicen que es Internet, no es cierto”
Y sugiere: “Tampoco hay que presionar Muchos jóvenes dicen ‘tengo que leer’, pero leer no es una obligación, sino un placer, un disfrute Tenemos que lograr que sus papás lean y los vean leer”
Manifiesta que el actual reto de los libreros es imaginar cómo serán en el futuro las librerías. Dice que tal vez van hacia una especialización. Por ejemplo, indica que en este momento va a crecer la demanda de una línea de videos de cine: “Eso viene muy fuerte, pues la gente ya quiere formar sus videotecas; en Estados Unidos ya hay muchas tiendas donde se venden puros videos México apenas comienza, yo estoy apostándole al video”
– ¿Cuál es su fórmula para el éxito?
–No es una sola cosa, sino una
mezcla de varias Es el equipo de trabajo, los descuentos, los precios La gente
que cuida su economía va a caer aquí
– ¿Cómo reduce los precios mientras otros no pueden?
–Muy simple: aunque reduzcas la ganancia, siempre se alcanza un globo;
nosotros apostamos a las grandes ventas, yo sé que eso no lo pueden hacer los
otros libreros. Nosotros empezamos con 120 metros cuadrados para exhibir los libros, hoy tenemos
480. Compramos grandes volúmenes y así hay un margen para ajustar
precios con más holgura.
–Entonces, ¿cuánto le gana a cada libro?, ¿es verdad que le gana usted
mucho?
–Depende de cada editorial, según el volumen, con ellas se hace una
negociación específica y se sopesan muchos factores; al final tenemos una
ensalada de situaciones muy distintas
–Dice usted que nunca ha tenido una fuerte presión de sus competidores. No
obstante, el Fondo de Cultura Económica puso una librería enfrente de la suya.
–Sí, fíjense qué inteligentes, hasta Miguel de la Madrid dijo que sería un
corredor cultural, con muchas librerías. Pero ahí no hay imán. Eso es difícil
de conseguir.
Sin duda, una de las transformaciones generadas por la Gandhi ocurrió sobre
la avenida Miguel de Quevedo, pues pasó de un rincón urbano desolado, a una
suerte de pasaje librero por donde transita un buen número de personas: “Era de las pocas librerías que
aceptaba a los autores marginales. Claro, ahora será más difícil mantener esa
política pues pasamos de una empresa familiar a algo más institucional”
Achar rememora la década de los setenta: “Eran los años de las dictaduras
militares en América Latina y éstas expulsaban a su mejor gente. Entonces
llegaron a México muchos exiliados cercanos al mundo de la cultura y los
libros, ellos fueron parte de una efervescencia por indagar en las ciencias
sociales, la filosofía, el psicoanálisis y el marxismo”
Actor y lector
Ligado de manera directa a la cultura del libro, celebra la aprobación, el
año pasado, de la Ley de Fomento a la Lectura y el Libro, le parece un buen
intento que se agrega a lo efectuado por Conaculta. Empero, recalca que el
problema de las entidades públicas editoras de libros es la distribución; “Las
bodegas de libros de la UNAM están atascadas de libros buenos, malos y
regulares”
De la próxima Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, que
principia el 2 de febrero al 4 de marzo, sostiene: “La feria encarece los productos, es carísima;
desde hace cuatro años ya no participo No es una feria internacional, esa
función la cumple la de Guadalajara, mis respetos, ésa sí es de Primer Mundo,
pero la de Minería no, por eso no puede ser internacional, es nacional, y
además muy incómoda, ahí las aglomeraciones impiden ver los libros Tendrían que
reconocer su calidad de local y no cobrar a precios internacionales, el espacio
ya no da para más”
Además: “Le falta un poco de oferta, poner los libros más baratos que en las librerías. Yo la dejaría como feria nacional, la rifaría entre las librerías y las editoriales, porque no puede albergar a todas las editoriales ni a las distribuidoras ni a las librerías. La gente ahí está amontonada, quien ha ido a Guadalajara se da cuenta de lo que es una feria de libros. Es una lástima que México no cuente con una feria de libros más o menos digna”
–Hasta el momento no ha tomado forma la idea de gravar al libro, pero anda suelta
–Sería muy penoso imponer una medida así, no sé qué tanto respeto les
tengan las autoridades de Hacienda a los intelectuales y a los editores
– ¿Muy a menudo recurren a esa falta de respeto?
–Bueno, si los de Hacienda tasan de la misma manera, caen en el error de
considerar a México un país de Primer Mundo sin serlo. En Estados Unidos todo
está gravado, pero ellos no tienen 40 millones de pobres. Entonces es otra cosa.
Es totalmente diferente. Ellos tienen un poder de consumo impresionante,
nosotros no.
Aureolado con la fama de gran lector, fue amigo del recientemente
desaparecido escritor Ricardo Garibay, otro obsesivo depredador de libros
– ¿Qué autores lo han conquistado?
–A mí me impactó Nikos Kazantzakis con Zorba, El Griego; después leí El
pobre de Asís, La última tentación, La carta al Greco, Hermanos enemigos, leí
muchísimo y por eso entiendo lo dicho por Borges: “Que otros presuman de los
libros que les editan, yo presumo de los libros que leo”. Él era un excelente
lector y un hombre de una extremada sencillez
–Su permanencia en la librería, ¿le ha permitido conocer a muchos autores?
–Sí, claro. Hay muchas anécdotas. Un día se le acercó una señora a Tito
Monterroso para manifestarle su profunda admiración y asegurarle que había
leído sus libros. Muy serio él le preguntó: ‘¿Ya leyó el cuento del
dinosaurio?’. La dama, sin inmutarse, respondió que en esos días estaba
empeñada en leerlo.
Achar ríe: –Ustedes saben, es el cuento más breve del mundo, apenas una
línea
Frustrado estudiante de psicología, actor diletante durante 30 años junto
con Germán Dehesa, se declara admirador de las personas con ingenio y dueñas de
un buen sentido del humor: “Para mí es importantísimo no perderlo”
Tampoco deja escapar la oportunidad para mencionar a Groucho Marx, “ahora
que están de moda los actores cómicos”, y contar tres expresiones memorables
del estadunidense:
–“Señora, yo jamás olvido un rostro, pero en su caso voy a hacer una
excepción”
–“No es suficiente que yo sea feliz, necesito que los demás sufran”
–“Señores, no puedo ser miembro de un club donde aceptan a gente como yo”
Achar remata: “A mí me basta una frase así para considerarlo un genio”
Por encima de las carcajadas, se le pregunta si en las últimas tres décadas
hubo alguna mala racha, algún problema grave.
–Bueno, las devaluaciones Como compramos mucho al exterior y es en dólares,
pues si las cosas van mal, te fregabas, pero siempre se negociaba la deuda
– ¿Tiene una idea del libro que más ha vendido en 30 años?
–Yo creo que los dos libritos de Juan Rulfo, no sé sí también Cien años de
soledad, y algunos otros libros de Gabriel García Márquez Cuando Rulfo venía
aquí, la gente se le acercaba y le decía: ‘Maestro, ¿por qué no escribe?’, y él
respondía: ‘¿Pero qué escribo?’ Era un melómano, le gustaba la parte literaria
pero siempre iba a buscar su música. Le encantaba. Luego, para mi asombro, me
pedía si podía despachar- Tranquilo tomaba su Coca Cola y fumaba sus Pall-Mall.